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Botánica
ORGANOGRAFÍA
La reproducción - 7ª parte
Dispersión de los frutos
a diseminación o dispersión de los frutos o las semillas, es una exigencia y necesidad biológica de las plantas para perpetuar la especie, así como también ecológica, para conseguir colonizar nuevas zonas donde no encuentre competencia.
En base a los agentes que permiten la dispersión, los frutos se clasifican en:
Anemócoros
Hidrócoros
Zoócoros
Los autócoros o bolócoros
Los frutos autócoros o bolócoros son los que al llegar a la madurez lanzan sus semillas a distancia por sus propios medios, ejemplo de los guisantes o los mecanismos elásticos que poseen los geranios y la primavera al secarse; o explosivos al tacto, como el pepinillo del diablo.
El guisante es autócoro, porque expulsa la semilla por sus propios medios
Los anemócoros
Los frutos anemócoros son aquellos que, gracias a su ligereza o pequeño tamaño, son fáciles de dispersar transportados por el viento. En algunos casos poseen órganos o mecanismos que ayudan a ser levantados por el viento, e incluso a volar o planear, ejemplo de las alas del arce, el tilo o el pino; o cerdas plumosas como los vilanos de las compuestas.
Semillas anemócoras: 1-Arce, 2-Diente de León, 3-Olmo
Otras semillas son plumosas o cubiertas de pelos lanosos como las de los sauces y álamos. Incluso toda la planta puede en ocasiones ser arrastrada por el viento, la cual va liberando las semillas en su trayecto, ejemplo del cardo corredor.
Los hidrócoros
Los frutos hidrócoros se corresponden con plantas acuáticas y ribereñas. Poseen características de flotabilidad, pudiendo recorrer grandes distancias sobre el agua, ejemplo de los nenúfares o ninfeas y los cocos, que mediante este sistema han conseguido colonizar los atolones del pacífico.
Los zoócoros
Los frutos zoócoros se encuentran ligados evolutivamente a los animales que intervienen en su dispersión. Los mecanismos básicos de dispersión son dos: servir de alimento y por tanto ingeridos, o utilizar el cuerpo externo del animal como vehículo de transporte.
El agarramoños es zoócora, por su facilidad para engancharse en el pelo de los animales
El primer caso es propio de los frutos carnosos y colores intensos (bayas y drupas), que una vez comidos por los vertebrados excretan las semillas ingeridas; gracias a sus cubiertas leñosas o coriáceas pueden retornar a tierra lejos del lugar original, en condiciones para germinar y producir un nuevo individuo.
El segundo caso es propio de los frutos y semillas pegajosos como el muérdago, o aquellos que presentan pelos, espinas o ganchos; mediante este mecanismo se adhieren a los pelos o plumas de aves y mamíferos, diseminándose de este modo. Existen plantas que no dispersan sus frutos y semillas, y que incluso evitan que esto suceda, ejemplo de los cacahuetes o del trébol subterráneo, que los entierran antes de que lleguen a madurar.